Al llegar a la plaza,
descendía al pequeño mundo
del crepúsculo.
Confabulando con mis sueños,
me entregaba a la quietud
ofrecida en el paisaje.
Me insinuaba con los árboles,
atizando la fogata
de las hojas otoñales...
Y bajo cielos seculares,
respiraba sin asfixia
mis antigüos anhelos,
sonriendo con certeza
a los nuevos.
Simplemente,
secuestrada en el efluvio
de los propios sentimientos
por las tardes del deseo.
Texto y Fotografía: RoseMarie M Camus
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