Intento dibujarte en los escasos rostros amables
que en estos días inventos de ti me miran,
más, no logro plasmar tu alegría.
Necia me la paso tratando de convencer a la vida,
a ver si uno de estos días por capricho a los imposibles
me devuelve un instante de tu risa.
¡Y duele, Dios sabe lo que me duele!
Porque de arder no ha parado el alma.
Bien sabes tú, a menudo me descubro
en conflicto con esa casualidad que ya no me sucede
es que no hay manera de reencontrarme
de camino a mi rutina con esa risa tuya
que invitaba a burlar la melancolía.
Pero sé, he de volver a encontrarme con tu alegría
en alguna calle del cielo…
Uno de estos días cuando Dios me regale
de sus amores tu abrazo en sueños.