La miré invadir mi privacidad
tan tranquila
Entró de repente a mi habitación
sin pena
Sentí que ella mi intimidad vigila
Y quise demandarla
con voz de condena
Sin embargo en sus manos temblorosas
se me ofrecía un cafecito
de aroma tempranera
Me brindó una taza de tantos recuerdos
De aquellos momentos
en que fue mi enfermera
Cuando el asma inclemente
deformó mi tórax
Pero no su lucha de noches enteras
Se perdió el descanso por miles de horas
Anduvo los campos, montes y quebradas,
Registró los patios, parcelas ajenas,
Visitó curiosos, a Lourdes la bruja y Pablito Pereira
Buscando azarosa
la cura en las hierbas
Declamaba en las noches
los salmos al cielo
Cuantas oraciones a todos los santos
dejó en su desvelo,
Durmió abrazadita
con un frio busto de José Gregorio
a quien alumbraba con un cabo de vela
Seguro en mi asfixia pasaba mil sustos
Y más se aferraba a su nazareno
a sus estampitas que aun los venera.
sabrosito ese guayoyo
que coló en la madrugada
allá se va mi viejita, con su tacita vacía
la misma donde el guarapo,
bien ardiente me llevaba
de eucalipto, de jengibre,
manteca e raya y curía,
de pasote, mapurite
y el de cebolla morada
el de flores de sauco
y cogollo e Santamaría
y se me despeja el pecho
de solo verla en mi cuarto
ella viene a nebulizarme la memoria
cuando entra con un humeante plato
y se me impregna el aire
de aromas de vaporud
de alcoholado
y de amor de madre
no fui yo quien ganó la batalla,
sino ella en su empeño
en su entrega por un hijo
que le arrebataba el sueño
¿y que espero para retribuirle lo que hizo?
Si aun la tengo conmigo,
aun terca y solitaria
Todavía la veo venir
con unos consejos tibios
Pero sin tantas fuerzas
para correr a salvarme
Ni para ir hasta al mismo infierno
a buscar mi alivio
Desde lejos me mira y conoce mi angustia,
mis tristezas,
escandalosa prenda que rasguña sus energías
que me bendice en silencio,
que perdona mis torpezas
y que segurito implora
desde su alcoba sombría
Purificándome el aire
cuando a sus santos le reza.
Y a pesar de su distancia
logra darme la alegría
¡Ay si un día me faltara!
No habrá lugar ni momento,
para besarle la mano.
No estaran esos parpados arrugados
custodiando sus pupilas
Mirándome fijamente
como siempre conversamos,
Ya No estarán sus oídos
para escucharme tranquila
un susurro bien sentido
cualquier dia bien temprano
Cerquita de su camita
¡MADRECITA YO TE AMO!