Ven a mi sur de mar y de viajes laberínticos
al interior de las leyendas,
ven a mi sur de vencejos por la sangre,
ven al azul del estío derramado por las olas,
ven al sur de Merckal - mi diosa de piedra y de salitre-
con sus manos ahogadas en oxígeno y en hidrógenos, ven
a este lado de los límites donde el espejo es agua y la sal…
¡ay la sal!
en este sur la sal son pirámides de fulgores
y de gaviota hecha luces cegadoras.
En esta patria sin fronteras crecen el hinojo y el tomillo
y la alhucema selváticas de leyes
y los jazmines alardean de humildades
y entre enigmas estrellados va un satélite de plata,
por estos desatinos de las tardes
navega el océano a la deriva
y el crepúsculo se acuesta sobre un ocaso de púrpuras
y de alondras que jugaran sangres en hilachas serpentinas
y trinos de silencios y en el bosque…
¡ay en el bosque!
en el bosque serpentea una brisa en aquelarre
y los murmullos de las sierpes danzan con ojos de veneno
y en los árboles de verde y de espinas se perpetran sueños
y dulzuras y nidos de gorriones
que alborozan musicales alboradas
y sus ritos con los búhos son combates cuerpo a cuerpo.
Ven a este sur donde la muerte nos llega en las mareas
y en las costas dejan huellas negras de esperanzas
y osarios descompuestos con negruras
y réquiem en un idioma de miserias
con hambres de otro continente que respira moribundo.
Ven a este sur donde vivimos un horizonte en arco iris
y una tristeza infinita si sentimos los pies anclados a los puertos,
porque somos bajeles que se adentran en la noches tenebrosas
y exploramos ososos vaticinios hasta que dejen
las entrañas en carne viva, ven a …
ven a este Sur tan hermoso,
tan terrible.
(Poema de "Sinforoso Espíritu")