Las manos nunca han roto los silencios
a la puerta de los días sin derroches,
mis soledades nunca se han hecho las nuestras
ni los labios vivos han sido mejor que los amores muertos.
Las piernas abiertas son sólo eso:
las palabras encendidas, las sonrisas compradas,
las miradas desvencijadas a la sombra de un cigarro
que sacuden sus cenizas y calan las humedades.
Los amores son sólo rumores,
un susurro en el viento inquieto
que desnuda las vidas y los pechos
que van dejando migajas de desconciertos,
caminos delineados sin regresos
de quijadas tensas, sinrazones con eco
y vacíos de corazones sin lecho.