Una herida envejecida, llegando al límite de la muerte -tal vez esté viva- tal vez lo este, pero, la sangre corroe desde dentro de la piel, hasta fuera de la madera -savia-, letal trastoca los cabellos metálicos; de un cuerpo desnutrido; cabizbajo, tildado en un asiento vacío, no sé porque lo alumbrará, tal vez esté buscando una respuesta a un recuerdo -tal vez sienta nostalgia- tal vez siente esperanza; e intente soslayar el vacío de la luz cuando sé es de noche, y en el día se es muerte.
Y pasa el tiempo, la herida acotada en dos nombres; entre el intermedio de una "y" inserta en la armadura (Población de hormigas) se le cae la camisa, se le cae la piel, y desierta, queda el cuerpo, desnudo de piquetes de aves, que ya han muerto. Y la herida, es costra, es lisa, y llana teniendo una consonante acotada a dos nombres, quedando en la memoria de la vida, cuando más grita primavera; y más sintió la muerte en otoño, viendo pasar al invierno, con la herida de la savia trastocando el árbol metálico; dibujando un asiento vacío, cuando dos nombres eran dos estaciones...