AdelaVila

Amor de niebla

Amor de niebla, ¡perdonadme!

Si en algún momento, os falté.

 

Si en ese diálogo ficticio que establezco

entre su ser y mi ser,

monopolicé el querer.

 

Perdonadme, mis berrinches,

mis excéntricos caprichos,

mis momentos de auspicios,

mi ímpetu por ver amanecer,

o besar al ocaso ¡con todo placer!

 

Perdonadme, si dejo de venerar

sus ojos por instante,

cuando la luna me emboba

en todo su círculo del Saber.

 

No os lo toméis como descuido ni descaro,

más bien… una ilusión óptica.

El blanco del gran astro, ¡es deleite!

Pero tan sólo un retazo

del resplandor que nace de sus ojos.

 

¡Ay! Leonardo da Vinci,

¡quién pudiera comprar alas,

o el canto del pico santo…!

Amor de niebla, desde su ventana,

oirá el… ¡horrible graznar de una gaviota!

¡Por favor, escúchela!

(No le importe el fatigar de su andanza,

ni sus muchas torpezas;

es nueva en romanzas y poemas).

 

Rama de laurel le anunciará mi llegada,

y, si a bien quisiera, Amor de niebla…

¡ponedla una migaja con gofio y agua fresca!

Sabrá… que pensáis en ella.

Sabrá que su insensata aventura,

¡habrá merecido la pena!

 

Por un instante, ella contemplará sus manos extendidas,

sus manos llenas, símbolo de la caridad y…

Sepa señor, ¡llenará un corazón enamorado!