josemiguel

Y comencé a ladrar

Cuando muchacho, muy joven, una vez me enamoré,

Como un loco ciegamente de una bella mujer,

Por ser pobre me humillaba, alardeando en sus encantos,

Y yo seguía cabizbajo, humillado caminando.

 

Una vez me dijo así “Mira que hembra soy,

tú no puedes complacerme, me gustan los sitios caros,

tú eres  chico pobretón eso no es lo que yo quiero;

 y para darte mi cuerpo, mejor se lo doy a un perro”

 

Me sentí ser en la vida, un inútil, un guiñapo,

Y por mi mente corrió, matarla como una perra,

Pero por suerte a mi vieja alguien fue y se lo contó,

Y ella vino y me abrazó, me dijo, “No le hagas caso”

 

Pero al cabo de unos años, un día me le encontré,

Necesitaba un favor y nadie se le acercaba;

Y yo llegué ha aquel lugar estrenando un lindo carro,

Me vio y se sonrió y hasta mi llegó llorando.

 

“Migue, te necesito, llévame hasta Cataño,

mi marido me persigue y allí es que me estoy quedando”,

Me pidió entre temblores y en sus ojos como un charco,

De lágrimas que bajaban por un cutis maltratado.

 

“Móntate te llevaré, sin importar si me arriesgo,

Que tu marido nos vea y crea soy tu cortejo;

Pero eso si te advierto yo, algo te va a costar,

Hoy tu tienes que pagar, con dinero o con tu cuerpo”

 

Aunque lástima me dio, tratarla tal la traté,

Más por nada me inmuté porque reviví el recuerdo,

Aquel cuando yo la enamoraba y ella me brindo desprecio,

Y por ser yo un chico humilde me comparó con un perro.

 

Para Cataño no fui y partí para San Juan, Le dije,

 “Ahora te llevo  a que compartas conmigo en el Hotel de la Concha

Y ella se sintió en la gloria, como diciendo que bueno,

Y la metí bajo un puente, que costo mucho dinero.

 

“Vámonos de aquí gritaba, esto me da mucho miedo,

avanza, vámonos para otro sitio, que aquí siento que me muero”

A nada le hice caso, la vi como prostituta, y me adueñe de su cuerpo,

Entonces me respondió, como a un amante de tiempo.

 

La historia no para ahí, yo no alardeo por eso, no es cosa de un caballero,

Pero recuerdo su nombre, Margot sé que  ella se llamaba,

Y más no la he vuelto a ver  aunque ese no es mi empeño,

Pero la tuve en mis brazos a mi antojo y placer;

Y encima del cuerpo aquel, yo le ladré como un perro.

 

 

Copyright "©" José Miguel Pérez Amézquita

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