Isaac Amenemope

BROZA EN LA CORRIENTE

Cuánto cuesta quitar un pestañeo

Para que el espíritu no tropiece,

Y cuán fácil perder en unos pocos días

Lo que había visto.

Esta felicidad no es mas que la ceguera

Ante un prado inquebrantable,

El ánimo que se quiso desbordar

Hacia el descubrimiento de tu sonrisa,

La carrera de ir para llegar a toda prisa,

Nada de lo que necesita para aprender

A darlo todo por la vida…

 

No es lo que pensé,

Es lo que encontré a salvo de mi mejor sueño,

Es lo que no alcanza cuando debo repartir,

Es esta preocupación por despertar cerca.

 

Estamos expuestos,

Como hojas que la tormenta desprende

Y arrastra enloquecedoramente

Hacia las atronadoras fauces

De un torbellino perdido.

Somos tan rígidos,

Tan densos a la habilitación de una acción

Que nos ofrezca sin reservas a la dicha.

Pensamos como figuras de yeso,

Que aspiran a sentir para hacerse

De una manera valedera para reparar grietas.

Tocamos en la dureza

Una piel comprometida,

Cincelamos al Amor

Para acabar la forma de la mortalidad,

Y la besamos, temblando de fuerza;

Agarramos ciegos al Dolor,

Justamente cuando se nos enseña

Para que fue hecho.

 

Mas allá de lo que ha significado Amar

Encuentro a salvo el desacierto.

Veo en la extensión dilatante del valle

Un verano rebosante de inesperadas sombras:

En el lugar de la alucinación

La desembocadura inmutable que alivia la belleza…

Como aprender a olvidar a tiempo,

Hoy que resistido a la abrazadora naturaleza

De cambio me transformo,

Hago a punta de palabras

El puente que he de continuar con lentitud mañana,

Reviso convenientemente el mapa

De una realidad sobre-llevada,

Toco con denuedo la atmosfera creativa

Que he de compartir a cambio de nada.

 

Yo soñare la sobriedad encantada,

Lloviendo de ambos lados,

Haciéndose detalle impensable

De una inmensidad reconocible,

Perdiéndose intencionalmente

Para atajar el bosque.

Tú decidirás que hacer en un instante;

Sentirás ensoñecida la emoción,

Resbalando desde la franqueza

hasta la boca precavida de tu corazón,

insinuando con chispas transparentes

el color intenso de tus ojos,

el agua acristalada

con que limpias de besos la razón.