Isaac Amenemope

MADRUGANDO A PIE

Encontrarse con el nacimiento del sol

bien vale el esfuerzo madrugador.

Salir a la cascada de estrellas heladas

y hacer encender el rumbo bajo la tibia mirada…

 

Correr si es que el lanzamiento de la luz

pretende llegar antes a la cima.

 

Arder en el cuenco donde acaban de despertar

y se vuelven una

sensación de haber perdido la piel

y de hallarse desnudo ante las puertas del cielo.

 

Ganas de correr hacia las afueras del mundo,

ganas de perder el poder de imaginar otra tierra.

 

Ganas de ganar la paz que colorea los pensiles monteses.

 

Ganas de no dejar de volar

de tocar con las manos libres

el corazón a salvo de apagones…

 

¡Qué me quema!

Que con tan poca lumbre consigue iluminar

el rincón donde crepitan razones para la felicidad.

 

¡Qué me lleva!

Que con tan imperceptible movimiento

alcanza a remover la pulpa

y vuelve jugo mis deseos.

 

¡Qué me espera!

Que con tanto espacio y tiempo emancipados,

pareciera no servir más que para ir lejos.