Me pedías un auto deportivo
que impresionara a gente sin conciencia
que se maquilla a diario la apariencia;
la vanidad resalta su atractivo.
Iniciaste carrera cual furtivo
que caza sin permiso la imprudencia,
matando tu fugaz adolescencia
en la avenida de sentir lesivo.
Arrepentido por haber comprado
la tempestad que te cambió la suerte,
permanezco entre lágrimas varado.
Si ante tu ruego hubiera sido fuerte,
sería diferente el cruel pasado,
pues sin saber, te regalé la muerte.
Copyright © 2011 José Luis Calderón.