A falta de una declaración sobre la sed
que nos inspiran los afectos, existe esto.
Sin costo, una mordedura negra
repentina y con un zumbido como apoyo
en estas calles canjeadas por corrientes.
Todo se basa en la cantidad de luz hallada.
Animales con rostro ajustable huelen tu identidad.
Perros numerosos y múltiples, de un solo motivo.
Cuando vamos, rumbo oeste a este vamos. Correcto.
Por partes iguales, igual;
Cuando venimos borrachos y desnudos,
oliendo piernas profundas.
Una garganta conduce mi cabeza adentro y mas allá
de la tradición del beso, de manos fuertes
y continentes de senos que persigo.
Quiere saber si en mi corazón hay cicatrices.
No las tengo. Pero tengo el cuero cabelludo
del que te gustaría asirte, entonar mi nombre
y acercarme con fuerza al rastro seductor
del culo que quiero probar,
de la espalda en la que creo.
Todavía hay luz para ver y sitios que pisar.
Perros y parejas, un tren de dos vagones con su pelambre.
Van por la calle y salen de ella
a enredarse como rumores y raíces,
a iniciar una noche larga de diálogos del instinto.