No se trataba de voluntad,
ni de la amable bondad.
Buscando por la razón
el pase de tal dolor.
Como hiedras al tronco de pulseras
aprisionaban mi cuerpo.
Estaban alli, los sentía, mis temores crecían,
no encontrando salida.
Más me preguntaba, más me perdía.
Soñando a veces lo conseguía, pero ni aun
porque otras fueron pesadillas.
Vivían en mi, me atormentaban.
Todos eran jueces de la gran Inquisición!
que de sentencía sufría, negarme al corazón.
Hasta que llegó el día de la liberación,
rompí cadenas de temor,
ahuyente fantasmas de inanición.
Ahora soy ésa, la que palabrea y escribe re-nacida
desde el corazón.
luz teresa maldonado folkerts