A Joaquín
Te figuro nadando
sometido por las olas del tiempo
es doloroso caerse de ese árbol límpido
y encontrarse extraviado sujeto por manos;
y, sin embargo, te envidio.
Eres como un dios,
pequeño dios de tu universo amniótico,
dueño de ti;
pienso en tu libertad
-como quien piensa en lo que no tiene-
a la que te aferrarás hasta el llanto
porque se pierde lo único que se fecunda,
y reconstruirla
es como levantar una pilastra
de lluvia y cemento
y oxígeno.
Equilibrio de los sexos opuestos.
Tu nombre hará callarme la boca
me hará morder mil veces la lengua.
Joaquín,
lámparita de mi penumbra.