Me enamoré de ti quebrada por otoños
llena de ilusiones tardías y de sueños,
de un amor amanecido en tus ojos
que a veces mis noches hacían verso.
Quise conocer cada historia, cada herida
que contaba tu piano al desgarrarse,
quise descubrirte en el rincón de una sonrisa
para saberte en cada una de mis tardes.
Quise aferrarme a lo que ya sabía
que despertaba tu ternura vestida de gris,
me bastó creer que aún así me salvarías
y que un lindo sueño nos podría hacer feliz.
Pero el invierno fue demasiado frío
y la noche demasiado oscura,
para que tu corazón reconociera al mío
y que esa pureza llenara la luna...
Y tu alma de niño se estremece
por lo que dejé al borde de tu boca,
demasiado inocente para corromperse
en un beso saboreado en la locura.
El sol del ocaso para ti fue suficiente
y mi sueño resultó demasiado profundo
(en mi corazón)
aturdida por acordes de violín intermitentes
(disfrazados de amor)
me enamoré de la noche y perdí mi rumbo...
Mi añoranza y mi deseo...
Sé que mi deseo fue tan intenso
que dejó mi añoranza confusa
por la que quise protegerte y cuidarte
aunque mis alas también estuvieran rotas.
Y con el crujir de las hojas secas
bajo los pasos de esta tristeza descalza,
te alejaste de mí con la ilusión a cuestas
por la obsesión de amar sin esperanza.
Y sentí con más dolor que nunca
las costas del abismo entre los dos...
que se desarma en mis manos,
se me quiebra en la voz,
se derrama hasta mis labios
como lágrimas de frío azul;
cuando te pienso y me voy entristecida
hacia un cielo que ahogó el amanecer,
por haberme visto amándote con la vida
a la sombra del violín que se adueñó de tu querer...
como jamás podrían hacerlo mis versos
si tanto es tu dolor que para mí no hay lugar,
olvídame... y buscaré empezar de nuevo
una historia que sin principio... ha llegado a su final.
Los pétalos de mis versos
caen... uno
a
uno...
recordándote...
por no haberme dado cuenta a tiempo
que me quedaría sola...
olvidándote.
Ceci Ailín