En un amanecer glorioso
llegaste a mi vida,
a partir de esa hora,
mis desvelos solo
tenían tu nombre,
sobre el aire lleno de
espinas, solo florecía
tu nombre,
y tu nombre se marco para
siempre sobre mi corazón;
la ternura de una madre,
la alegría de un niño,
la tristeza de un desamparado,
el imponente universo,
el amor de dos adolescentes,
la creencia de un futuro mejor,
el largo camino de la soledad,
el desamparo de un indigente,
la razones de un peregrino,
unos ojos soñadores,
el descanso del domingo,
un jardín multicolor,
el verbo y la vida,
la multitud cotidiana,
una calle en sombras,
una luna sin color,
las gotas de lluvia,
el mar embravecido,
las cumbres del universo,
el olor del pan recién horneado,
los letras del saber,
los pensamientos del filosofo,
el apuro del amante,
la música en cada soplo,
el norte y el sur,
y no me alcanza la vida
para afirmar categóricamente,
sin medida y sin pausa:
que tu nombre se convirtió por siempre,
en la única razón de mi existir.
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Carlos Dos Santos Daniel