Si tuviera mil estrellas
para alumbrarte el camino,
otro fuera tu destino,
no estuvieras tan perdido
en la negritud del abismo.
Si tuviera yo una senda
para ponerla a tus pies,
tú andarías por ella,
contarías cada paso
para no perderte en la niebla.
Y es que tu actitud me enerva,
por qué no tienes conciencia,
para darte cuenta,
¡qué es lo que a mí me molesta!
No es el hecho de que estés lejos…
¡Es, de mi alma, la tormenta!
porque te tengo y no te tengo,
porque tu silencio me ata,
a una soledad violenta.
Felina.