Cuanto tenía diez años,
Convicción -era lanzarme desde un columpio en movimiento;
Era contener la respiración bajo el agua;
Era desvelarme pasada la medianoche,
Osadía tal de saltar charcos, de enlodarme en pantanales,
De subir la misma cuesta diez veces, aunque llueva a caudales,
Y hacerme al fuerte con la rodilla rasmillada,
Tras acribillados pelotazos en la cancha cementada,
Espíritu lozano que vibraba con el fragor de la lucha,
Del futbol y de las afanosas tardes entre travesuras,
Misterios y duelos entre amigos.
Y mil parpadeos caen en picada,
y así sin más me veo;
Algunos años y calendarios después,
Y Convicción -es mantener un haz, ese sueño encendido
Es lanzarme a conquistar sendas anónimas,
Es desvelarme por enésima vez, descifrando un fracaso,
Osadía de enfrentar al mundo y su legado, de enfangadas sombras
De arrabales, de ánimas ariscas, de sinsentidos
Y enfrentarlos dos, tres, cinco veces, con la misma voluntad
Con los mismos bríos, aunque queme el alma al rojo vivo.
Es desentonar con el mundo, a través de una carcajada
Es atizar la curiosidad, con el más puro afán de vida,
Espíritu en vigor que vislumbra, que un niño yace en sus entrañas
Reclamándole constante no abatirse huraño.
Y entablarse cotidiano al duelo,
de soñar hasta el ultimo suspiro.