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Historias Cotidianas - VII (siete)

Se había fabricado su propio cuento de hadas

príncipe incluido

y jugaba a la felicidad ignorando las realidades

pero en el fondo sabía que ese día llegaría

que cuando aquella carita inocente

estrenara su primera sonrisa

la tristeza inauguraría sus noches

porque cuerpo y alma de su príncipe

no ocuparían lugar.

Le hubiera gustado odiarla

pero nunca logró sentir por aquel pedacito de gente

otra cosa que no fuera amor.

No era carne de su carne

pero le inspiraba comérsela a besos.

 

Finalmente un día cuerpo y alma definieron su rumbo

y la soledad se hizo huésped ilustre de todas sus noches.

Terminó por resignarse a su destino

había renunciado a ser feliz

para que la inocencia vistiera una sonrisa permanente.

 

Desde entonces

muchos calendarios han adornado sus paredes

y ya las arrugas florecen en su cara

pero todavía sus ojos se iluminan

y en su garganta se hace un nudo

cuando alguien con una pregunta extemporánea

le recuerda el pasado

en el cajón donde yacen los recuerdos

todavía conserva algunos poemas arrugados

y una foto descolorida

como mudos testigos de una historia de amor que casi fue.

 

Por su parte

aquella sonrisa inocente hace rato perdió la inocencia

juega a encontrar la caricia correcta

para fabricar su propia historia

pero a veces se confunde cuando descubre cierta mirada

sobre todo si revisa a escondidas

aquel libro de su padre

donde guarda fragmentos de una vieja foto

y no entiende el por qué

hace tanto

el silencio reina en su hogar.