Se había fabricado su propio cuento de hadas
príncipe incluido
y jugaba a la felicidad ignorando las realidades
pero en el fondo sabía que ese día llegaría
que cuando aquella carita inocente
estrenara su primera sonrisa
la tristeza inauguraría sus noches
porque cuerpo y alma de su príncipe
no ocuparían lugar.
Le hubiera gustado odiarla
pero nunca logró sentir por aquel pedacito de gente
otra cosa que no fuera amor.
No era carne de su carne
pero le inspiraba comérsela a besos.
Finalmente un día cuerpo y alma definieron su rumbo
y la soledad se hizo huésped ilustre de todas sus noches.
Terminó por resignarse a su destino
había renunciado a ser feliz
para que la inocencia vistiera una sonrisa permanente.
Desde entonces
muchos calendarios han adornado sus paredes
y ya las arrugas florecen en su cara
pero todavía sus ojos se iluminan
y en su garganta se hace un nudo
cuando alguien con una pregunta extemporánea
le recuerda el pasado
en el cajón donde yacen los recuerdos
todavía conserva algunos poemas arrugados
y una foto descolorida
como mudos testigos de una historia de amor que casi fue.
Por su parte
aquella sonrisa inocente hace rato perdió la inocencia
juega a encontrar la caricia correcta
para fabricar su propia historia
pero a veces se confunde cuando descubre cierta mirada
sobre todo si revisa a escondidas
aquel libro de su padre
donde guarda fragmentos de una vieja foto
y no entiende el por qué
hace tanto
el silencio reina en su hogar.