Carlos R. Barrera

Amores

No tú, la que aspiraste mi juventud ardiente

pletórica de ensueños, de vida, de ilusión;

la que oíste las frases de dulce adolescente

que iniciaba en la vida su peregrinación.

 

No tú, la dulce novia de inocente mirada

que a la vida llegaste cuendo llegaba yo,

que el cansancio sentiste de la misma jornada

que se inició tan pronto como pronto acabó.

 

No tú, que tras los años, cambiando el panorama

fuiste algo más que aquella primeriza islusión

que brinca muchas veces de la comedia al drama,

un trampolín haciendo de nuestro corazón.

 

No tú, la que, mas tarde, brillando en los vergeles

de la vida, envolviste de aroma mi ilusión,

embriagando mi alma con perfumes y mieles

que fueron en mi vida sueño y evocación.

 

No tú, la que mentiste cariño traicionero

llorosa entre mis brazos y ansiosa de vivir,

la que dolosamente torciste mi sendero,

cambiando por un beso la luz de un porvenir.

 

No tú, la que besaste mis lauros de poeta

que para ti entrañaban luciente vanidad,

los lauros que soñaste que iban a ser la meta

de tus celebridades y tu perversidad.

 

Ninguna de vosotras pudo captar mi vida,

ninguna de vosotras convino a mi ilusión,

ninguna de vosotras cicatrizo la herida

que desde muy antaño tuvo mi corazón.

 

Tu sí, la que me hallaste doliente y fatigado,

despues de que ya todo tuve y lo perdí,

cuando me arrepentia de todo lo pasado,

cuando no habia nada que renaciese en mí;

 

cuando en mi vida todo remedaba un desierto

y era mi rostro mueca de desesperación,

y habia mil campanas que tocaban a muerto

tanto mis ilusiones como en mi corazón;

 

tu si tienes derecho para que mi existencia

se funda en un poema de ternura y amor

y en tu loor desgranen sus himnos de elocuencia

mi ensueño, mi esperanza, mi dicha y mi dolor.