A los ancianos que seremos
Vuelvan, muchachos, dejen atrás esos bastones,
dejen atrás esa miopía con la que esconden su lujuria,
vuelvan al sexo en los balcones, en la ciudad sin melodía,
vuelvan a buscar a esas extrañas que nunca quisieron decir dónde vivían.
No dejen que los vuelvan viejos con achaques, con geriatras,
con deberes, con los nietos para mantenerlos ocupados,
bello el jardín que cuidan, pero más bellas las muchachas
que necesitan también sol y un tacto firme que las guíe.
Lleven sus placas, lleven sus píldoras azules,
lleven esa bufanda que podrán regalar a sus amantes,
¿es la del mismo anillo con la que se casaron,
es esa vieja amiga que siempre dijo estar atenta,
es una nueva bella que simplemente no envejece
porque tú montas encima de sus deseos incumplidos?
No importa, da lo mismo, quizás vivas con ella,
quizá te escapes a la costa y en la arena la poseas,
quizá no sepas nunca dónde se fue después del acto.
Lo que importa es que vuelvan, muchachos, a las lides,
no hay bella que no quiera, no hay fruta que no exhale
para cada uno de ustedes un elíxir que perfuma
de prístina pasión estas aceras y estos miembros.
Vuelvan, muchachos, y si es la muerte la que no los deja
denle un firme pellizcón y hagan que sepa
quién es el hombre aquí tras desnudarla
y arrojarse sobre ella, fogosos y eternidad adentro.
17 04 12