Los versos más tristes volverán a ser escritos esta noche.
Noche, madre de poetas, musa, mueve la indolente mano de su reposo,
¡Ordénala, despiértala!
Para que estos versos no queden en silencio,
Para que estos versos no sean por sangre derramados,
Y así la mano, insegura, triste, cansada, pero inspirada por tu voz,
Se moverá, y escribirá, para mí, para ti, para todos.
Mi pena se llama Soledad; ella es Soledad;
Ella me quito, y luego devolvió la soledad,
que estaba extraviada en sus besos y sus abrazos.
Ella es el espejo donde vi mi reflejo millones de veces,
Me vi afligido, me vi dichoso, me vi ansioso
…Aún me veo, aunque sin claridad.
A Soledad no la conocí cuando nací,
No sabia de ella, cuando en el colegio reí,
La tarde, difícil... que deje mi hogar, no la vi.
Años y años, ella no existió,
Y si la muerte fuera débil ante la avaricia,
Jamás hubiera existido.
¡Y ahora tener que pretender que no existe!
Fuimos dos desconocidos que se miraron,
Se hablaron,
Se abrazaron,
Se tomaron de la mano,
Se besaron
Y se separaron…
Lloramos, nos mentimos con una sonrisa,
Y nuestro amor se desvaneció.
¡Qué momentos compartimos!
Hermosos y dolorosamente gratos…
Amé estar entre sus brazos, y olvidar los golpes violentos del frío;
Amé sentir el aroma de la eternidad con el roce de sus dedos, sobre mis dedos;
Amé ver la sombra del paraíso con el tacto de sus labios; cálidos, húmedos, suaves;
Amé no necesitar de las estrellas cuando ella estuvo a mi lado;
Amé en las horas nocturnas y serenas, admirar su rostro y blancas manos, como la piel del invierno;
Amé las caminatas contentas bajo el cielo amplio y oscuro;
Amé como se detuvo el tiempo cuando nos sentamos en la arena, y las olas nos hablaron;
Ame compartir el silencio y el ruido, compartir el miedo y la alegría;
Amé ser amado por ella, y amé amar… y quizás seguir amando.
¿Qué paso con aquellos momentos de felicidad?
Con un abrupto y brusco final se acabaron;
Como la gota de lluvia que termina su existencia al acariciar el pavimento,
Como el llanto sufrido del recién nacido al tocar la vida;
Así dejé de pintar cuadros amarillos y naranjos de mi mundo;
Dejo de reposar esa luz cegadora en cada objeto, en cada quehacer,
Mi horizonte se nubló,
Mi corazón se alejó de mis amigos y de mis libros,
Los ideales se vistieron de burla,
La imaginación se distorsionó,
Y el invierno se sentó en mi pecho, se cristalizó, se hizo más infinito que el tiempo.
Con ella se queda un fragmento de mi identidad,
Se queda el Yo, que ahora no es Yo.
Se lo llevó… No, se lo regalé.
Ella será el hogar de mis anhelos no cumplidos;
Ella es la rosa que no marchitará en mi memoria
Y que mi corazón besará todas las mañanas...
... Ella… Puede ser la semilla de mi nuevo amanecer
Y el punto final de estos versos y de esta pena.