“¿No es la raíz la base de la flor,
así como es el amor para todo?”
Se extiende una alfombra escarlata
en el tan erguido vestíbulo
por cien pilares y ventanas
cubiertas de algodón y encaje.
El fruto y la flor del cerezo
adentro ya se hacen presentes
vestidos de traje y sombrero
tan oscuros cual negra sombra.
Suenan trompetas y tambores
orquestados por el sonido
crujiente de las hojas de ocre
hechas girones por el viento.
Los puentes de maderas finas
a la par del llano horizonte
y pronunciando roncas rimas
besan las húmedas raíces.
Se quitan llaves y candados
de las abarrotadas puertas
para abrir paso al invitado
y a las gentes que trae consigo.
¡Ya viene entrando el dulce amor!
a su engalanado aposento
que es mi pecho y mi corazón
para regir con gran cariño.