joaquin Méndez

¡Miles! ¡Millones!, de estrella y lucero.

Aquí estoy…sentado,  en el borde,  de una alberca, una alberca vacía, Vacía como mi vida,  como la viada…de muchos hombres,  mujeres y niños, Si…sobre todo niño.  Siento melancolía…un pellizco en mi alma, una tristeza  desconocida en mi interior,  Que hace  que mis ojos lloren.
Miro al cielo…como buscando una señal…algo que me indique, que no tengo razón,  para estar preocupado, y tan dolido que tal vez esté equivocado. ¿Pero acaso se puede estar,  equivocado, cuando ves tantas injusticias en el mundo?.  
¿Se puede estar equivocado cuando ves tanta desolación, hambre y necesidades?. ¿Cuando ves que en el siglo 21, vamos hacia tras, envés de ir  para delante?.  Que todos los derechos adquirido que teníamos  los estamos perdiendo y   que nadie…nadie,  hacemos nada, para evitarlo, que ninguno de nosotros movemos ni un solo dedo, para recordarles a todos esos, ambiciosos del poder, que así, no  es  como debemos manejar el mundo.
Debeberíamos  tener más conciencia. Que millones de seres, están sufriendo las consecuencias, de sus malas gestiones. (Pero por desgracia,  seguimos votándolos, para que singuen engordando sus barrigas, y sus cuentas bancarias)  Qué importa,  quién sufra  pase hambre o frio.  Qué más da.  Mientras que nosotros tengamos alimentos  y a abrigos,  qué más da. que nos importa ¿NO? 

Allá en el cielo, está saliendo la luna, ¡pobre luna!…ella también tiene la cara tiste,  se, ve,  muy seria, su cara también refleja la preocupación, ¿Sabéis porque? Porque ella desde lo alto lo ve todo mejor,  que lo ves, tú, y yo.  
¡Miles!  ¡Millones!,  de estrella y luceros,  rodean a la luna, intentando consolarla.

 Si…pero a mí ¿quién me consuela? yo no encuentro con suelo.  Yo solo tengo tristeza, y dolor. Solo mis hijos me comprenden,  y con un beso, quieren los pobres,  consolar mí pena, gracias hijos,  míos,  gracias.  
Miro a mí alrededor,  y veo unos juncos florecidos que se mueven con la brisa de la clara noche,  es lo único que me consuela un poco su belleza, se mueven de un lado para otro, como si quisieran decirme.  -No llores, no llores,  para que tus lagrimas, no de conviertan en roció de la noche, para que no contaminen esta apacible y tranquila noche.

Me levanto de mi asiento al borde de la alberca.  Me siento abatido,  camino cabizbajo, si, cabizbajo, para que la luna no me vea llorar.  ¡Ya no  lloro de pena!   Lloro,  de rabia e impotencia, por no poder cambiar este mundo cruel.    Al fin y al cabo ¿para qué llorar? ¿Si mis lágrimas sirvieran para algo?  Entonces, yo…estaría s llorando siempre…eternamente.

 Joaquín Méndez.20/04/2012 0:32:47