Roberto Reyes Cortés.
5º.reyes
rreyescorteshotmail.com
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Es la tierna viajera
que se fue caminando
en el agua estancada
del jardín de la casa.
Una alondra querida
que ha partido volando
hacia extrañas regiones
y te deja llorando.
La paloma que ha huido
de tus manos quebradas
en los rayos de luna
con el sol que se oculta.
Son sus ojos bonitos
que me miran sonriendo
como luces y sombras
en su cara marchita.
Las arcadas del tiempo
que se ven a lo lejos
en las noches sin viento,
carcomiendo los cerros
con la luz del comienzo.
Son los versos que nacen
en aquella vigilia
que atraviesa tu almohada;
en las noches sin sueño.
Un camino espinoso
que se enfila en la tarde
sin tersura y sin ritmo
como el agua salada
que despiden los muertos.
La canción matutina
que ve el cerro olvidado
y las aves que cruzan
por un cerco de espinas.
La hormiguita del pasto
que en el suelo camina
y que en esa morada
es fugaz asesina.
El color del recuerdo
que se amasa en los años,
que se esculpe por siempre
en ritual de los templos.
Es la vida cansada
que reposa en la noche
con la pobre esperanza
de que vuelva el mañana
a rondar por tu puerta
y dejarte que vivas
otra nueva alborada.
El sonido del viento
que bajando del monte
cual si fuera un viajero
golpetea tu ventana
con el triste mensaje
que se acerca el ocaso.
La cordura extendida
en los libros abiertos,
aprehendiendo la nada
que se nutre de cuentos.
La inocencia perdida,
en la sombra del árbol
que se asoma en la selva
repuntando a lo lejos,
cuando quiebras tu espejo
y te quedas mirando
como sangra la herida.
Es la vida que nace
en los brazos y piernas
de una ninfa encantada
que a partir de ese instante
te ha robado hasta el alma.
Es la niña bonita
que te mira en su cuna,
extendiendo sus brazos
como signo de amor.
Son las cosas pequeñas
que te llenan la vida
y se alejan cantando
del estiaje y el dolor.
Son las manos abiertas
que te llenan de sueños
y te alejan del cruento
remover las heridas.
Es la dulce criatura
que amanece en tu cama
que pronuncia tu nombre
y te dice que te ama.
Es el verso que tienes
atrapado en la lengua
y que va caminando
en tus sueños sin tregua.
El comienzo del mundo
que hoy lo miras ardiendo,
la catástrofe cierta
que esperamos un día.
La terrible agonía
de sentirte culpable,
la que nunca se aleja
y te deja llorando.
El tañer de campanas
que revuelven el aire,
como notas lanzadas
por un barco que parte.
Un volcán encendido
por el fuego inclemente
de la duda y la espera
que te quema la mente.
El adiós para siempre,
porque el tiempo se ha ido,
como rayo inclemente
que cayó sin un ruido.
Un cantar que te arrulla,
y sacude tu alma,
como el río murmulla
en las noches en calma.
Un adiós alma mía,
la partida esperada
de la luna dormida,
que camina en silencio
de mujer enlutada.
El demonio que tengo
bien clavado en el pecho,
y que no me libera
del calvario que tengo.
La traición cometida,
el pecado,
la pena,
arrebatos de ira,
una triste condena
que duró mucho tiempo
en tus ojos morena.
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