Acostado en un suave sillón
y abrigado por la oscuridad
se filtra con el aire una canción
lejana, lejana como su amor.
Del cielo de poroplás
no aparto la mirada
como esperando un milagro
del falso universo blanco,
y el susurro de esa canción
me aprieta el corazón
cual lanza de gladiador
bañando mi rostro
con lágrimas prematuras
de una nostalgia futura.
Mas la canción,
el falso firmamento y
las lágrimas de angustia
son espigas necesarias,
y debo dejarlas ser
para aprender a amar
a esa mujer.