Insomnioptera

Abrías cajas cuya sorpresa no era el mar

"Alma mía, abrías cajas cuya sorpresa no era el mar"

Raúl Garduño  

 

Darío y yo terminamos la semana pasada, aunque ni él ni yo quisieramos que sucediera y aunque ninguno recordara con exactitud cuándo empezamos.  

 

La cosa es, que los días son monótonos en todo su contexto. Antes sabía otra cosa, los días parecían no ser días (antes de él). Los días sin Darío han vuelto a serlo: de un sol a otro removiendo recuerdos como lapas con una espátula de no sé qué hago aquí. Y la verdad, no sé qué hago aquí.  

 

Escucho You Don't Know What Love Is y pienso en él (en Darío). Yo sabía que él sabía que no iríamos al mar, que nuestra ralación era -no más- la forma de transpirar esa necesidad de amar y ser amados, de mandar a callar nuestra existencia solitaria mientras, y siempre y cuando, la cosa funcionara. Él sabía -bien sabía- que no eramos el mar.  

 

Lo extraño es que lo extraño (a Darío). Y sé que él quiere verme. Su voz nunca me miente y aún delata sus ganas de morderme cada vez que me habla por teléfono. No sé por qué sigue llamándome. Ya me  acordé, sí: acordamos estar juntos por siempre. Y su mejor amigo le colocó en la boca estas palabras: "yo sólo quiero que ella esté bien". Sabrá Dios si lo dijo. No pienso en eso. Tampoco lo descarto. Simplemente no pienso y estoy bien. Estoy bien sin Darío.  

 

Sólo lo extraño un poco más en las noches. Oíamos blues y tango; tango y blues. Yo bailaba (sin él, porque él es medio piedra -más bien- para estas cosas) Lo miraba a los ojos y bailaba -menos mal- y no dijo aquellas cosas. Nunca dijo las cosas que -él creía que yo- necesitaba escuchar. Jamás lo dijo. Ciertamente no sé lo que pensábamos. Nunca tuvimos tiempo (ni ganas) de pensar.  Cambiábamos los discos porque  yo tenía  ganas de bailar más (más lento) lentamente... disco de aquellos ritmos brasileños... y Chico Buarque... y  Eu te amo te amo.... la la la.  Y después elegíamos nuestros nombres  porque los dos jugábamos a estar ahí.  

 

Y yo ya no bailaba. No. Me dejaba caer en el rectángulo y lo llamaba con mis manos. Él se colocaba detrás de mí y me rodeaba;  olía mi cuello y me ceñía a su cuerpo. Vomitamos el mar. Y veíamos la luz de la farola como si se tratara de lo más fascinante del planeta. Y lo era. Dentro de él todo era fascinante...



Darío tacaba el sax, es decir, Darío toca el sax pero hace una semana que no lo oigo. Me decía: Ven Stéfanie. Me sentaba en sus piernas y yo le recitaba un poema de Ángel Gonzalez viendo que no prestaba la menor atención al contenido. Yo no me llamo Stéfanie. Pero me daba igual.  

Me daba igual.


 Darío volvía a tocar el sax. Tocaba y yo escuchaba mientras me sacudían orgasmos musicales en cadena. Después nada: otro tango, otro blues, oscuridad... Darío Yo La noche La mañana El trabajo... el Café Corazón, el piano, los nocturnos  La noche (nuevamente)  Darío El sax el Tango el Blues la Trova...    

 

Você é linda. Você me faz feliz


-Te quiero Darío.  

Más y más blues hasta la madrugada.  

-¿Te gustaría ser mi novia?

-¿Para qué?

-Para salir cada tarde y pasarla bien.

-Creo que soy tu novia desde que te conozco.    

 

Más silencio, más blues. Jazz más siencio. Más 

You Don't Know What Love Is.        

 

 

A Darío lo conocí mirando al cielo. Caminaba por una de las calles de Tizapan mirando las nubes: seguro llovía. Y lloverían distancia y tiempo y predecibles olvidos. Y Darío salió  de  un no sé dónde y tropezamos. Y la primera gota del verano me humedeció los labios mientras le devolvía las llaves de su apartado postal.    

 

Alguien llama. Podría ser Darío.

No voy a contestar.       

 

03 de Junio 2011