¡Amor!
La impulsiva ola nos heredó sangre
azul de estirpe,
Entró por la ventana
traída por los cabellos,
montada al lomo del viento
memorioso y congestionado,
coagulado en la ultima escarcha
de agua pura congelada/
La luz venia como embajadora de antiguos soles,
del tiempo de la creación de la llama y
revivía el fuego horizontal en su mirada/
Parecíamos peregrinos invitados por
cortesía de un festival de naturaleza.
Hasta el asaro nauseabundo
venia perfumado con realeza.
Los troncos soltaban en la vereda
su liquida madera de raíz consumada.
La hoja en estrella
forjó nuestra risa en diamante,
se estiraban las horas alegres
en un reloj de cuerdas rotas
y en huelga de instante.
Mínimos se abrían los templos infinitos
entre las cruces benditas de los múltiples vientos/
¡Ay, amor!
La conciencia del orden natural
sabia de nuestra presencia,
a la hora perfecta de la tarde
la sombra construía nuestra
belleza de manos en enjambre.
Éramos bandera recostada,
vigor de marea
en color de gema,
resonante choque de metales blandos
esculpida piel de realeza amante.
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