Misiones del vigía
Secar el llanto y encender la hoguera,
cuidar el árbol y acunar el alba,
darle un abrazo a bípedas insignes,
reconocer de un beso la esperanza.
Tal es el rumbo que arde en mi alegría:
venir con todos a ver la mañana
y en las ciudades con su remolino
compartir el sombrero y la manzana,
la música de un ciego, el simple río
que por todas las calles se vuelve agua,
y esperar en la sombra de los buses
la flor del edificio y la cloaca,
la vertical edad del muro herido,
la novedad del libro en la ventana,
y a pedazos robarle al dios el fuego,
ese que en un bolsillo traigo a casa,
que rueda, que relumbra, que repica
como en el corazón una campana.
Así es el porvenir, mis compañeros,
otro nombre de ustedes en la marcha,
y un silbo, un paso firme, un argumento
con que quemar las naves de la nada
y adormecer un hijo en la cintura
del más secreto amor sobre la almohada.
21 04 12