Le llegó como espuma a la roca de su alma
dura ,
inmóvil,
altiva, le costó hasta besarla.
Hasta que una gotita de su sal en los labios
le agrietó los simientos ,la dejó desarmada.
Le movió ese gustito toda sangre estancada
le encendió hasta las venas
le quemó las entrañas
y sus piernas tan lejos de las costas de su alma
fueron frágiles,
endebles,
movedizas cual algas.
Le temblaron las manos,
se sudó en las espaldas;
le brillaron los ojos
y bailaron sus pestañas
en lo oval de su rostro carmesí que brillaba
como el sol en verano cuando cae la tarde.
No hubo dudas que entonces, el logró perforarla
con caricias de viento
y con soplos del alma
con la sal de su boca la rompió a enamorarla.