Para que no estés triste,
correré por la vereda de tus bosques,
juntaré flores silvestres en ramilletes
y llenaré con ellos una nube.
Se harán eco en las sombras
los trinos escapados de los nidos
y será la canción de la mañana
el sonido atrapado en un capullo.
Para que no estés triste,
las olas de tus mares llevaré en un verso,
con espuma que rimen en la pluma
y un corazón grabado con tu nombre.
En un caracol encerraré su viento
para que mueva tenue tus cabellos
y te sientas caminando por las playas,
olvidando pisadas sin olvido.
Para que no estés triste,
un pétalo de rosa retendrá el rocío
en una gota de plata color luna,
en un guiño persistente de una estrella.
El aroma amarillo de mi otoño
estará en tu lecho cuando el sol se asome sigiloso,
por el ventanal donde entrarán mis besos
en la trémula brisa de un poema.
Para que no estés triste,
tendrás a tu lado el horizonte,
a través de la montaña cogeré campiñas
con mariposas aleteando arco iris.
Volaré en los acordes de tu piano,
besaré la copa de tu árbol,
seré cazador de campanadas
con brillos dorados de la tarde.
Para que no estés triste,
serán todas tuyas mis pequeñas cosas,
una hoja caída, una lluvia escondida,
una hora muy larga, un despertar ligero.
Seguiré la huida del cometa de las risas,
pintaré muros grises con grafitis de cielo,
aprisionaré aves blancas para soltarlas luego
al sonar de las gaitas del castillo umbrío.
Para que no estés triste, amada mía,
acariciaré el silencio arrullado en tu almohada,
el perfume que habita en tu tibieza
y tus suspiros de ensueños serán por siempre míos.
Derechos reservados por Ruben Maldonado.
(Publicado el 01-09-2010)