Su recuerdo me endulza el llanto,
y aunque inundadas, mis pupilas,
siempre dibujan ese encanto,
do una luz ilumina.
Tú lo sabes muy bien mujer,
la cura para mis resabios,
hoy y mañana igual que ayer,
es ese arco en tus labios.
Con ella curas mis dolores
como con un mágico ungüento,
tengo vida como las flores,
aunque me den por muerto.
Su calidez ahuyenta el frió,
y mi fiebre desaparece
ahogándose en el delirio
que tu sonrisa ofrece.
Tan solo te pido un favor,
dímele a tu bella sonrisa:
¡la herida de tu desamor!
esa... no cicatriza.