Hace algún tiempo, un amigo, ya lejano, habiendo emigrado a los Estados Unidos me remitió una misiva electrónica en la que me hace ver que mis mensajes y comentarios hacia él se han hecho impropios de un ser civilizado. Pensando en eso es que me atreví a enviarle algo más elevado de lenguaje, algo simple quizás para la erudita comunidad hispano parlante avecindada en tan dignísimo terruño, tanto es así que ni yo entiendo bien.
“Talca, octubre, a 2007 años del nacimiento de nuestro Señor.
Estimado señor González:
Me hago un grato y caro deber el saludarle afectuosamente y desearle, enhorabuena, se encuentre usted muy bien.
Es, del mismo modo, motivo de ufanía el saber que sus asuntos marchen de buena manera y en un progresivo mejoramiento, conclusión ineluctable en cuya copra subyacen exordios que despejan en este humilde fámulo la rábula percepción, a la sombra y lejanía conferida por el tiempo inmisericorde, pueda barruntar. Dentro de esto, es importante para mi omnisciencia que su superación, tanto personal como espiritual, haya alcanzado la hauteur digna de todo el desvelo que ha devengado vuestra inquebrantable voluntad y moral. Después de todo y como dijo un escritor; que sé de seguro conocerá:
"Un hombre se confunde, gradualmente, con la forma de su destino; un hombre es, a la larga, sus circunstancias"
Siendo, por supuesto, de toda equidad y justicia la bienaventurada reciprocidad con relación a mi persona, la que máxime anhela permanecer umbría trabajando incansable e indéboulonnable tras la exégesis impoluta de su destino, como ha sido de sempiterna usanza. Por tanto no intentaré en absoluto decir ni hacer nada que pueda conculcar el statu quo; afianzado en la mutua prudencia y disuadida de toda inquina mohína.
Dicho todo lo anterior me despido atenta y respetuosamente, no sin antes rogar al Altísimo por vuestra salud y buen pasar, que os bendiga y guarde en todo aquello que es propio a su ad libitum, infinita sabiduría y misericordia.
Un modesto servidor sudaca y tercermundista.
Jayme