En los postreros días vendrán tiempos peligrosos.
Porque habrá hombres amadores de sí mismos…
2 Timoteo 3:1-2
Permaneced en mi amor. Juan 15:9
El «yo» y el amor (Leer 2 Timoteo 3:1-5)
En este texto bíblico, el retrato moral del hombre de los últimos tiempos es descrito con una claridad irrebatible. El primer rasgo mencionado es el egoísmo, fuente de todas las tendencias negativas enumeradas a continuación.
Un niño pequeño muy a menudo se pone en primer lugar empleando repetitivamente la palabra «yo». ¡Qué familiar nos es esa palabra que evoca el egoísmo, el orgullo y la voluntad propia! Fácilmente observamos esta tendencia en los demás y la desaprobamos. Pero aprendamos a reconocer cuando se manifiesta en nosotros, aunque no sea expresada mediante palabras. ¡Es una lástima que los creyentes muestren tan a menudo este horrible egoísmo, en vez de manifestar el verdadero amor divino que no piensa en sí mismo y que no espera nada a cambio!
La Biblia no dice que debamos reclamar a nuestro prójimo alguna manifestación de amor; al contrario, nos exhorta a que seamos nosotros quien se lo manifestemos. El amor se pone al servicio de los demás, contrariamente al egoísmo que desea ser servido.
En Jesús no encontramos ni una palabra ni un acto de egoísmo. El «yo» no tenía ningún lugar en él. “Ni aun Cristo se agradó a sí mismo” (Romanos 15:3). El apóstol Pablo da el remedio para nuestro egoísmo natural: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20).