Ayer me asomé como siempre
al cristal llovido de mi ventana,
arrinconé al recuerdo en mi mente
entre velos azules y esmeraldas.
Al escuchar el silencio que envuelve
cada herida inquieta de mi alma,
asomados al recuerdo se entristecen
los sueños solitarios de tu llegada.
Veo caminos sonrojados por el otoño
que descansan bajo la tarde desnuda,
y voy despintando el color de esos ojos
con la escarcha que he robado de la luna.
Porque se adormece el deseo que contenía
esa ávida ilusión de ser una parte de ti,
si pude haber sido en tus ojos aquella niña
convertida en mujer sobre tu cuerpo marfil;
y pude haber rociado de prosa cada beso,
apasionarme por cada sueño tuyo y mío,
endulzarte para vestirte con mi fuego,
hasta verte amanecer en un verso rendido.
Llenaste mi mundo de razones para respirar
con el tierno paisaje de esa sonrisa rota,
bajo la lluvia la hago mía para poder olvidar
este amor por ti que me ha vuelto dulce... y hermosa.
Asomada a tu recuerdo lo empapé de noche
sin una sola estrella que imite esa mirada,
los instantes que vivimos ahora se descosen,
hasta arrancarles el sueño que tanto amaba.
Y la belleza de aquel precioso sol de octubre
hace deslizar por mi rostro la última lágrima,
casi se empaña el cristal y se apagan las luces
llorando la ternura de esa sinfonía jamás tocada.
Al cerrar mis ojos seguiré sintiendo tan mía
a la dulce sensación de amar con grandeza,
que me hacía sentir tan bien, llena de vida,a
abrazada a una eterna primavera.
y te diré adiós... hermoso niño y gran pianista,
que llenó mi alma con su melodía y su pureza.
Aquel sol de octubre,
esta nostálgica luna de abril...
sobre mi poesía se derraman en tu nombre,
para recordarte y después irse a dormir...
despojados de ti...
y se resquebraja la melodía,
tímida... cansada...
y yo, abrazada al silencio
hoy dejaré de escucharla.
Ceci Ailín