1- ALGUIEN...
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Ella que peregrinó
el tiempo de los verdes pinos
en la hora del celeste acacia,
lleva sus ojos de fantasía
con ígnea nitidez de lava
incrustada en el mar.
En el orbe expone su figura de carne.
En la diaria fuente de plaza
las ruas con afanes
giran reflejo de cristales.
Sonámbula y con hambre
camina tras su sombra y
en cada paso diluye una aurora.
Señora de nadie.
Dama de Alguien.
Ha rentado su mortaja eterna
en el oneroso menú de las tinieblas,
cuando abre la puerta
de su loft entra primero su soledad
de alma que inverna y
diseña pálidas guirnaldas
en lápida anticipada.
La noche entra con sus muertos
por las ventanas y
el aire desvencijado de sus amores
huye sin saludo
por la escrudiñosa mirilla de su portada.
Su corazón se hizo madero de violín incierto,
rasgando su arcón en la ópera
donde cantan las serpientes su emboscada,
Los ángeles amanecen al espejo y
se diluyen al giro de su cuello en reflejo.
Su desértica mirada se torna aislada
en la planta plástica de clorofila inventada
y siembra su maceta sarcástica.
La anegada riada en sus lagrimas sueltan brea
el balcón acopia su tristeza maculada.
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2 - MI BUENOS AIRES QUERIDO y CONFUNDIDO
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tras las filas del colectivo.
La araña postrada en el camino
perdió su hilo de horrores y
la presente rata citadina
anda de la mano con su enemigo.
En el tren antes humano
viajan corbatas,
faldas ajadas,
tribus febriles aguerridas y
en los rieles indolentes
no cae ni una lagrima,
ni un sudor conurbano amigo.
La sociedad se ama con romanticismo cretino
y mancha la entereza del Buenos Aires querido.
El taxi hace su parada de mano con racana lupa,
busca el idioma extraño que suena a monárquica Calcuta.
Los hermanos del abasto sueltan su mano
al patíbulo de las cebras blancas recostadas al asfalto.
Dios ha perdido su escrutinio
en los confusos semáforos.
En una pagoda se halló una cruz,
en una iglesia un icono.
la sinagoga perturbada
abrió el portal a un Otomano y
y la intolerante fila del colectivo,
apostó prioridad en la mordida del canino,
sin importar ni Alá, Jehová ni el Satanismo,
si iban delante de los caminos
sentados al primer cubículo de importantes
o en el furgón eruptivo de los mortales,
donde el veneno del periódico en comida
transforma la estadística veraz en mentirosa pesadilla.