Sea que el astro rey perezca
y se hunda en sombra funesta,
sea que la maldad florezca
y ésta a la risa convierta.
o acaso sea que el amante
sus rojas mieles aguante,
o que a las notas la lira
ya no se enamore perdida.
O que las níveas yemas
al azahar y al gorrión,
con irascible pasión
arranquen su vida fresca:
que de la flor los pendientes
al cáliz ya no se aferren;
y que del ave las alas
no acaricien ya la fragancia.
Y aunque a todo aquello
de tu amor el sello,
se sume la constante ausencia,
no hay libertad ni derecho
de negar a lo que a tu pecho
con fervor llama y alegra.