jonathanbenavente

Sonámbulo

Esta noche hace frío como antes, solamente que ya no te amo,
¿Jugarán los cuestionamientos y las incertidumbres a trenzar sus fuerzas?
Bebo un trago de whisky, enciende mi garganta. Preferiría contar
gatos pardos, no, de hecho este tiempo sin saber acerca de tu vida ha sido
formidable, salvo ciertos momentos en mi oficio que dan un testimonio
exagerado; el olor del sarmiento por bosques de pino vuelve sobre mis
memorias, ha sido todo un descanso merecido, porque tú conoces los
dobleces en que viejas añoranzas hicieron resistencia reticente, y cada
palabra tuya, cada desinterés, fue un concreto informe, como el detersorio
cuya lavaza rabiosa se marchó por puertas de emergencia. Así el mañana
abre ventanas, cierra libros con historias que hablan acerca de poetas
y amores imposibles, impostergables; el asiento soberano que obtienen
las hojas de este otoño tras el veranillo me hace creer en miradas limpias
e ingenuas. Pude dormir, mis dudas acerca de ti se consumaron en una
hoguera límpida, alimentada por cera de roca, la noche contrariada
fue cómplice de aquella faena, finalmente el sueño indicó el paso
conocido y rieron los murmullos y la paz volvió sobre los montes, la
promesa guardó silencio e hizo sus maletas; algo quedaba, supongo,
esa pequeña costumbre acentuada por horas vacías y demás recuerdos,
hizo sus ademanes cautivos, partió, lloró, hasta perderse en un bosquete:
punto tragado por la inmensa distancia. Cuánto mío fue el silencio y sus
corales pálidos, cuánto el perder y sus ademanes falsos. Untuosa mezcla
aquella veloz melancolía llegando en brote, tu nombre en tierra,
entierra una clara necesidad o desahucia el sosiego para darle paso
a otro parto inesperado, el escozor sobre los entreabiertos ojos es testimonio
de aquel sueño de memoria estimable. Bajo mis brazos, sobre mi frente,
ante mi vista, el mundo gira con un nuevo designio, hay bajo la tierra
un extraño rumor a punto de estallar, y ésta noche naciente gracia es el
mensaje de un cambio, una luz dentro de otra luz. Alguna vez te
llamé mía como atributo a mis posesiones y mis dominios solares,
ahora canta, canta aquella canción de amores inolvidables una vez más,
hazme tocar con gota fría la piel de aquella pasión deshecha.
Vuelvo sobre mis pasos doblados, podría envolverme en dudas,
sentirme en intimidad, subir hasta la cornisa de la desmedida veleidad,
mástil y velamen ante los tormentosos vientos de borrasca nocturna.
Seco mi boca, añoro los matices que los sueños han perdido en su tránsito
por un poblamiento fantasmal hacia este gris continente, pero que ahora
florece desde los hielos, y deshielos en mis sentidos corren calle abajo
vueltos tinta, y el carámbano afilado en mi pecho sintoniza algún pié musical,
un compasillo en fragua, largamente celebrado por mis renovadas ideas.
He notado que hay un niño que vive en mí, sí, un niño que le sonríe a los otros
niños al verlos jugar alegremente, un niño que observa el cielo cuando su vista
se fatiga de observar objetivos fijos, un niño que cree en sueños y es cómplice
de alegrías puras y desintereses por entrega. Pero como para romper esta
tendencia, existe también un traje hueco cuya sequedad recuerda la corteza
del roble, él es todo método, todo constitución, preocupación y solución
y pensamiento, objeto y estrategia y caducidad. El niño vive recluido dentro
del traje, como si fuera una taberna o simplemente una cueva sin goteras,
porque este traje sombroso no tiene goteras ni en los ojos, pero por
sus grandes manos parecidas a montañas sus deshielos encuentran son
de partida. a veces reconocerlo y advertirlo resulta comprometedor
como ocioso, trazos suaves van y vienen, señalando recorridos undívagos,
asperezas nocturnas por claridades frías. Mientras noto en mi felicidad una
pizca de descontento, no caben comparaciones, las descomposiciones
resultan espectros inadvertidos con sabor a calle larga, con olor a infinitud.
Te veo sonreír con una rosa en la boca, ya hermosa para ora vida, de
otra manera tan válida; la curvatura ha tomado la estrambótica esfericidad
por redondear la nueva hora, un pasado ahogado entre mis folios.
Quisiera sustraerme ante la fortaleza aquella que sirve de eje a mayores
inversiones vitales, por ahora me basta con esculpirme en mis ambiciones,
ser sincero con mis ideales, así, solamente así podré volverme atrás
con certeza de estar haciendo lo correcto sin comprometer mis intensiones
ni ser movido hacia vórtices horrísonos donde el metal y el ruido se mezclan
hasta perder la noción clara de bueno y malo, pues la consecución suele
seducir a la sensatez, apostarlo todo, perder como si la experiencia
considerable se disgregara ante la combustión roja. Y tú ¿Hay una
preocupación tuya con ventana con espera con horario? En tus calles hay
ruido, demasiado ruido para poder pensar, sucede lo mismo conmigo,
sólo que contigo era distinto, no sé porqué me molesto en pronunciar estas
palabras, a esta hora la batalla ha terminado, los sobrevivientes beben
con medallas en algún cabaret del puerto. Los pedacitos de estrellas que te
di en mis versos, podrían recordarte que algún día moriré, sí, ya no habrá
más nada. Crees que habrá otro que te regale la línea del horizonte con sus
astros y haga florecer un mineral tan sincero como iridiscente. Te hablo
solamente de lealtad, tus respuestas se quedan cortas y tu las desechas
como viejos zapatitos, te hablo de lealtad, y esa noche vibrabas contra mi
alma y, sí, fue realmente sensacional con adjetivos amplios. La distancia
desapareció, o fue borrada, yo observo en mi hombro la herida franca,
me parecen encontrar rasgos míos en su cicatriz, por prolongación soy
la cicatriz cuando dejo de ser yo, o soy ambos, hombre o cicatriz, o soy
cada uno de los hombres que se han levantado de mi alma, manteniendo,
sin embargo, quieta la sustancia, y para qué, para morir en un túnel sin fondo.
Ahora que me apacigua cierta prosperidad considerable, respiro,
estoy sobre mis pies, es bueno y demasiado cuerdo. Supe acerca de tu alma,
los sueños, los verdaderos, mantienen aquella propensión familiar.
Ve, coge con las manos abiertas el azul de las mañanas. Si la próxima noche
te tropiezas con una mirada fija y descubres en ella deseo y desafío,
recuérdame como un amigo, solamente como un amigo. Pero si algún día,
después de conocer otros amores, otras noches, otros sueños, piensas
que te hago falta, búscame en la melancolía del mundo, atiende con
cuidado sus compases, has un anagrama usando esa sensibilidad y llámame.
A veces pueden condensarse inquietudes sobre mis párpados, parece irreal
creer en nuevos consentimientos. Brindo por mis amores con la noche,
con la noche, la pregunta urgente e ineludible es ¿Me arrepentiré al
volver la vista sobre nuestros días, esos donde el amor se correspondía
en un dulce nudo y desenredaba pasiones con cabelleras incandescentes?
A la larga sucedió tal como lo profetizaron mis desconfianzas, te lo dije,
te lo dije, siempre sucede de la misma forma: donde empieza a notarse
las diferencias es donde se disuelve, finalmente, aquel sueño antes tan sólido.
de esa manera se desata una razón extraña a la razón, los corazones,
el filo, la ruptura, como muñecos fundidos en una fogata atroz, así los
vientos, así el dolor, y el anuncio posterior se levanta sobre las brumas.