Y eran la mortaja y los llantos uterinos,
El barullo, el ruido y la algazara
La impetuosidad apasionada,
La mortal alegría, la lozana confidencia del lamento.
Y eran la oscuridad y la lluvia,
Los sepulcros a lo lejos.
Y era la mortal indiferencia
Forzada por la lluvia que viene a revelarme
Que no conoces el sollozo.
Solo pido que me reconozcas en aquellos en que habito,
Que no desperdicies sus lamentos memoriosos.