FUTURO
Lo contemplamos como a un ser horrible,
capaz de engullirnos sin rastro,
privándonos de las huellas que enaltecíamos
y que se nos derritieron apresuradas,
aún antes del indicio de nuestro esqueleto.
Hasta el sueño se esclavizó tras él
para sucumbir, torturado y ahíto,
en el recodo que fingió una pestaña
y que tomó por presto asidero.
Creo que nunca reaccionamos:
la noticia que difundió su cercanía
(él tan campante, a dos pasos del hoy)
nos emborronó la escena
y volvernos a comenzar de nuevo,
a poco, nos bebió el presente.
Quizás llegamos a decir algo,
sólo por evidenciar la fuga del eco,
pero se enfundó en pasado fútil,
apresurado en desmentirnos
con hipérbole urgencia.
Se acomodó en nuestra nariz.
Luego, una vez familiar,
se amigó con los soslayos
y ausentó todo lo recorrido
con la turbiedad de lo banal.
Cuando fue roca milenaria,
con estruendosos latidos eruptivos,
nos cobijó de acechanzas
en la angostura de sus grietas,
precisamente a nosotros,
abisales gentes.