Buscándote, perdido, por los nimbostratos al rojear
cabellera galopante sobre las praderas de mi hogar
los caminos me han enseñado una secreta canción,
que no se ha cansado de entonar mi corazón,
y allí, una mañanita abrileña, junto al cajón de leña,
me he puesto por cada ojo un destellante colibrí,
para así beber el néctar claro que hay en tí,
por tus pechos buenos, cántaros llenos,
atrevido y ardiendo, como el célibe reverendo,
luminosamente conmovido, te quitaré el vestido.
Cada verso ha nacido de tu cuerpo, suave locura,
vals que trae la tarde con la brisa en premura.
Mi lengua dentro de tu boca se ha vuelto loca,
me inclino sobre tus piernas para tocarte una coda,
entre tus muslos suaves, quiero explorarte toda,
por cada curvatura donde mis manos toman parte
yo encuentro la luz, tocarte es mi mayor arte,
cuando canta el gorrión sobre la higuera,
te susurro al oído una endecha cualquiera,
y lamiendo tu lóbulo me excito hasta el infinito,
tus pechos en mis manos se escapan poquito.
Dame tus campos abiertos a la pasión que por tí siento,
que me crece y me crece, a cada momento,
paloma suave, acurrúcate en mi bronceado pecho,
flor de canela, calienta con tu cuerpo desnudo mi lecho,
Cuando la comba sobre el yunque va chispeando,
nuestras pieles amantes se funden, sudando,
en tu piélago me pierdo crispado por dulces escalofríos
tus pies bajo las sábanas acarician tibiamente los míos.
ya no canta de la misma forma el gorrión travieso,
me arremolino contra tu cuerpo y más te beso,
ascedemos juntos a la cúspide de esta pasión potente,
una luz destella en mi alma como sobre el poniente.
Me abrazo a tu cuerpo hasta que te quedas dormida,
deseando tenerte a mi lado por toda la vida.
Cuando te vas, gotitas de lluvia caen sobre las madreselvas,
soy yo quien llora esperando a que mañana vuelvas.