Si viviéramos en la misma ciudad
mandaría a mi ejército de sentimientos varoniles
a invadir tu cuerpo,
y en tres, solo en tres grupos centraría el ataque:
El primero, a tu rostro bello, a ese rostro angelical
para que se alimenten a pasos de hormigas
de tu bella mirada,
de tu bella sonrisa,
de tus adorables mejillas
de tus labios tiernos
hasta el ultimo milímetro de tus labios tiernos,
donde haría el campamento de besos,
¡ay, mis besos con tus besos!
El segundo lo lanzaría en paracaídas de caricias
desde tu mentón, hacia abajo y sin retroceso,
a conquistar cada manzana de tu pecho
para devorar sin limite de tiempo el éxtasis de tus resuellos y suspiros
mientras que el otro siguiendo el camino de fuego
hasta tu ombligo lo llevaría despacio en el tiempo
y sin el mas breve descanso al llegar al mismo
lo lanzaría igual sin paracaídas cuesta abajo
y sin miedo a la selva de tus orgasmos dormidos.
El tercero, desde la punta trasera de tu cuello,
lo bajaría poro a poro por toda tu espalda
hasta donde precisamente tu espalda cambia su nombre
y lo dejaría al libre albedrío de conquistar
cada tramo de ese trofeo de mujer
como mejor le plazca a mis varoniles instintos.
Si viviéramos en la misma ciudad,
hoy estaríamos amaneciendo juntos,
hoy juntos nos hubiésemos amados.