Diaz Valero Alejandro José

Vivencias inéditas de una Barriada (Cuento) 2/6

CAPÍTULO 2. Una baja en los perseguidores

 

Todo era confusión, nadie sabía lo que ocurría. Los disparos con su ruido ensordecían el ambiente, mientras algunos curiosos todavía buscaban guarecerse de la balacera. Y Héctor seguía parado en plena calle observando los acontecimientos.

 

El hombre que era perseguido seguía corriendo y disparando hacia atrás, escoltado por una lluvia de proyectiles que parecían empeñados en no dar en el blanco.

 

De pronto, uno de los perseguidores cae, dos de sus compañeros se detienen a brindarle auxilio; los otros siguen en su ruta persecutoria sin dejar de disparar. El perseguido comenzaba ya a dar muestras de cansancio; pues sus pasos se hacían menos largos, a pesar de la carga de adrenalina que seguramente le estaba disparando su cerebro.

 

En el acto de correr y disparar, aquel hombre seguramente comprendió que estaba perdido; por eso optó por detener su marcha y tratar de entrar a una de las casas del vecindario a fin de guarecerse y tal vez tomando a sus habitantes como rehenes pudiera solventar su difícil situación. Escogió para entrar a una bodega que estaba en la esquina, justo al frente de la casa donde vivía Héctor; lamentablemente para el perseguido la portezuela tenía puesto el cerrojo y no pudo abrirla en su carrera, a pesar del fuerte tirón que le dio en un desesperado intento de abrirla, ya que el largo trayecto recorrido comenzaba a causarle muestras de  cansancio y por eso no pudo entrar.

 

Al ver la imposibilidad de esconderse el perseguido, empujado por la adrenalina, volvió a retomar su veloz carrera por el largo callejón que había en la esquina y que parecía abrirle paso en su ansiada escapatoria.

 

La persecución seguía a pesar de la baja. Cuándo hay estos enfrentamientos la vida vale lo mismo que la muerte, y Héctor parece que desconocía esa parte del asunto… Por eso seguía allí, como un fantasma invisible que recorría con su mirada cada movimiento que daban los hombres que disparaban.

 

Héctor parado en la calle  seguía

contemplando aquella escena,

ignorando el peligro que corría

en aquella constante balacera.


Continuará...