En el flácido río de las penumbras,
tu voz inmoviliza mi ser,
dejando de esa manera en mi creer,
que estamos de continuo en la luna.
Salutación de bienvenida espera,
albergar recuerdos en mi alma,
haciéndose en mí una constancia,
de hechos vividos, ahora en la distancia.
Donde estarás ¡oh alma mía!
tratando de seguir aún tu fragancia;
me envuelvo en el deleite de tu arrogancia,
que nos unió en locura, pasión y agonía.
Regreso de día o por la noche,
a un sitio que emite demasiado reproche;
Cualesquiera que sean las voces,
las escucho en horas apasionadas.
Rápidos y fieles me responden,
siendo el carácter de mi infancia,
Crueles momentos de enseñanza,
en la que transita una gran podredumbre.
Gozoso sea el que comprende,
estas líneas erráticas de bosquejo,
Yo siendo casi añejo;
Resuelvo la paz de mi agonía,
sabiendo que un día fuiste mía,
trato de seguir mis consejos,
del alma que me ata a ti día a día;
El corazón, y el sueño perplejo.
(victolman)