El amor habla mucho y poco hace, es presuntuoso y para nada consecuente,
sus piernas apenas lo mantienen. Es sólo gracias a su mejor amiga, la memoria,
aquella tan obstinada e involuntaria, que sobrevive. Sin embargo ambos son impotentes ante las tres bestias: costumbre, distancia y tiempo.
Genuinas bestias del infierno, mucho más temibles que la invención e imaginación apocalíptica bíblica o las parcas de la mitología griega. Estas son insaciables, inexorables, incansables, invencibles... Monstruos, monstruos que silencian a mordidas sanguinarias a la memoria y aplastan implacable con su colosal mano al tímido amor.