…anoche te llamé, turbia garganta
adolorida mi alma ronroneaba
¡pero al escucharte! Sola cesaba
volviendo sosegado lo que le espanta…
entonces el dolor ya se desplanta
y la calma en mí ya se refrendaba
ante el breve momento en que charlaba
una ofrenda de amor en mí se encanta.
Por eso hablar contigo fue un delirio
ante esas horas que viví… El martirio.
Distingo los momentos de tu abrazo
así, sé que me amas sin voltear la hoja
en la alegría y en la congoja
y hasta que avecine el nuevo ocaso.