Te fuiste de manera inesperada, olvidando todas las palabras dichas entre los dos, te fuiste sin mirar hacia atrás, ni mis lagrimas ni mis manos te detuvieron…
Muchos años mi alma y mi corazón estuvieron en pena, decidí no creer en el amor.
Muchos hombres se acercaron con promesas nuevas más no las creí.
Decidí fielmente no escribirle al amor, pensando tal vez, que al hacerlo, al evitar soñarlo y pensarlo no iba a necesitarlo.
Y así me conforme a una vida de soledad…
Hasta que el apareció, se lleno de paciencia y me fue mostrando con hechos cosas que no conocía.
Me enseño a creer que puede existir algo bonito, que no todo es color gris.
Su mirada fija en mis ojos me da calma, me da paz.
Sus palabras son música para mis oídos al fin veo lo que es la felicidad.
Y apareces tú nuevamente coleándote en mi vida, buscando una oportunidad…
Regresas con tus promesas rotas a decirme que nunca me pudiste olvidar, que buscaste es otras caras, en otros cuerpos lo que te hice sentir, mas nunca lo conseguiste.
Pues déjeme decirle antiguo compañero de mi alma, que ya yo deje de soñarlo hace muchísimas lunas atrás, que si un día te fuiste, ese mismo día decidí no regresar atrás.
Que aunque el cielo se torno gris cuando usted se fue, hoy en día el sol salio en su mayor esplendor.
Y para que se termine de enterar, cuando usted se fue me decían aquel dicho muy popular; que quien se va sin ser botado, regresa sin ser llamado… Pero yo a usted, no lo quiero más.
No quiero sus excusas, no quiero sus promesas, elijo la felicidad.
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Autora: Oriana Ravelo.