Dicen que soy reolucionario;
que me valen un comino las reglas;
que tengo mis propias normas;
que soy la medida de mis actos
y el juez en causa propia.
Dicen que mis ideas…son ideologías…
dicen que soy asistemático y antitradicional;
dicen que peco contra la costumbre…
que mi ley es no tener ley alguna
y que mi método es no tener método.
Dicen que no entro en el rollo,
sólo porque no me apunto en el club de su hipocresía,
sólo porque les tiro en cara su conformismo,
sólo porque critico sus privilegios y comodidades logrados
con discursos baratos en nombre del Evangelio y de Dios.
Aunque con la autoridad en sus manos,
le temen a mis palabras…
se quedan absortos ante mi discurso…
Son buenos para juzgarme en mi ausencia,
tontos y brutos en mi presencia…
Débiles ante el peso de mi palabra sincera…
¡Cómo se avergüenza su analfabeta vejez
ante mi culta y sabia juventud!
Me dicen que he hecho de la filosofía “Mi Dios”;
dicen que los filósofos envenenaron mi fe,
cuando la verdad es que la filosofía y los filósofos
me hicieron dudar de mi fe tradicional, formal y ritualista
para volver a creer por convicción y no por costumbre.
Ahora puedo decir que soy un Nietzche y un Sartre cristiano
que he declarado con mi vida y mi palabra
la muerte del dios impersonal, mágico, relativista,
ambiguo y vago del New Age.
Soy Karl Marx, discípulo y misionero de Cristo,
que me he levantado para acabar con el dios parcial,
alienante, antievangélico, preferencialista, eugenista
y nazista de los mas media y de los sectores de poder.
Predicador de la verdad que incomoda;
apasionado por la justicia que dignifica;
incansable constructor de la paz;
aniquilador de silencios impuestos;
despertador de conciencia crítica;
adversario y enemigo acérrimo
de los sistemas e ideologías excluyentes…
y, si eso es ser revolucionario,
orgullosamente lo soy.