En horas despiadadas
-ladrona vil- de corazones,
dejaste mi alma destrozada,
y en mil pedazos mis ilusiones.
Robaste la paz de mi destino,
llevándote mi fe y mi alegría;
y ahora, no encuentro el camino,
por donde salir de la inmensa agonía.
Inocente y puro mi corazón te di;
y tú, lo tomaste con atroz hazaña;
débil e ingenuo fui,
ante las pérfidas palabras que solo engañan.
Tienes un lenguaje engañador y falso
castigo al cielo por vos yo pido;
que poco serían las tinieblas de un cadalso…,
algo mil veces peor te has merecido.
Ni siquiera “mil veces la muerte”-,
alcanzaría para pagar tu engaño;
a la distancia de mil años luz deberías perderte;
donde a nadie puedas hacer daño.
Solo al cielo pido castigo,
por el horrible dolor que has dejado;
y a sufrir mil veces yo te maldigo,
para que solo así pagues tu pecado.
Y aun así no me conformaría…,
por calmar mí cruel quebranto;
que más castigo para ti pediría,
multiplicado por cada gota de mí llanto.