CAPÍTULO 5. Contemplando lo ocurrido
Cuando Héctor entró a su casa, el ambiente era otro, el miedo y el llanto reinaba en la escena; sus hermanos y su madrastra estaban aterrados, al parecer, el único que faltaba era él, aún así le costaba creer que aquellas lágrimas eran por el peligro que el corrió.
Ciertamente ya todos en su familia estaban a salvo dentro de la casa y a Héctor no le quedó más opción que escuchar los disparos con las puertas y ventanas cerradas.
Guardó silencio en espera de que su padre regresara, pero no lo hizo. Era injusto que su padre se quedara afuera presenciando los acontecimientos mientras él se quedaba dentro de la casa, preso de la angustia, solamente imaginando el desenlace de aquella persecución.
Pasaban los minutos y Héctor esperaba que su padre también ingresara a la casa, ya que si él se perdió la escena por el peligro que corría de ser baleado, también era cierto que su padre corría el mismo peligro. Pero no fue así, su padre seguía afuera.
Los minutos parecían horas empujadas por la angustia de tener un familiar afuera en una situación tan comprometedora. Fue allí en ese momento en que Héctor valoró en su justa dimensión el peligro que corrió al estar afuera, fue esa justa valoración la que le hizo pensar en su padre.
Quiso abrir la puerta para rescatarlo, tal como su padre lo había hecho con él, pero fue imposible, sus otros familiares se lo impidieron; tal vez ellos pensaban que el padre de Héctor por ser un hombre, sabía defenderse mejor y las balas posiblemente no le hicieran daño. Aún así Héctor estaba preocupado, pues él estuvo en la escena y comprendió que cuando se está en la línea de fuego, no hay diferencia entre un hombre y un niño.
Finalmente su padre también regresó para tomar el mando de la casa y fue el único que tuvo derecho a presenciar la ejecución a través de las hendijas de la ventana de la sala.
Al cabo de unos minutos, un silencio… Luego el murmullo de los vecinos que salían de las viviendas a enterarse de lo ocurrido… Al cabo de un rato decidieron abrir las puertas de la casa de Héctor, y éste pudo tener libre acceso a la calle para enterarse de lo ocurrido.
Minutos que se hicieron horas
vivió Héctor dentro de su casita
sin mirar las escenas aterradoras;
sólo oyendo a la gente que grita.
Continuará...